domingo, 2 de octubre de 2011

Tontos

Dicen que el saber no ocupa lugar...
Cuando tenía 12 años el líder de la clase era aquel al que siempre se le reían las gracias, aunque no la tuviera. Aquel que le contestaba a los profesores, que no hacía los deberes o que salía con gente mayor, y si me apuras, el que fumaba.
Cuando llegas a eso de los 16 ese tipo de personas son los marginados que están en la clase de diversificación y a los cuales, aun siendo personas casi adultas, se les trata como a niños de párvulos.
En el bachillerato todo esto desaparece y en una lucha continua por demostrar que los de letras son más listos que los de ciencias o viceversa, cada uno mira por su propio interés tratando de engordar lo máximo posible su nota.
Y en la universidad, a pesar de que existan fiestas, viajes y desmadres, el que no ha aprendido nada de lo que hasta entonces le han enseñado es, sencillamente, tonto... o muy afortunado.

Pero, ¿qué pasa cuando se le da la vuelta a la tortilla? Cuando el tonto es el que estudia, el que quiere aprender y conocer nuevas cosas, el que es capaz de sacrificar una fiesta por un día de estudio?
El tonto seguirá siendo tonto hasta que otro tonto (ese que salió de fiesta) le pida consejo, entonces el segundo acabará siendo más tonto... 
O como decía Aristóteles, 'me sacrifico hoy para ser feliz mañana porque ese es mi fin último'. Y yo, que soy bastante tonta, sigo sus consejos, los de un tonto, para que el día de mañana otro tonto siga los míos...

...hasta que dejemos de ser tontos...

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