miércoles, 12 de octubre de 2011

Lo echaré de menos


Cada golpe, cada tecla en el piano se hunde marcando un ritmo, ese ritmo que te hace cerrar los ojos y dejarte llevar. Tu cuerpo inspira claridad, tu columna esta completamente vertical al suelo y tus pies hacen un esfuerzo por ponerse de puntillas mientras tus brazos se colocan en posición, con hombros relajados y expresión elegante, con dedos que llegan al infinito y una leve sonrisa que enternece a tu propio reflejo en el espejo de la clase. No existe el dolor ni el sudor. Tus oídos solo escuchan la música que ese vieja radio desprende y la captan para marcar cada uno de los equilibrios. Giras y te caes, te levantas y sigues, con los ojos abiertos, mirando a lo más profundo de ti. Saltas y no llegas alto, ni siquiera tu técnica es buena pero has soñado que estabas volando y sabes que no es imposible conseguirlo. La voz de alguien te corrige pero de repente estás hipnotizado y no eres capaz de acatar ninguna orden. Todo te da igual, todo te sale mal, y sin embargo es lo más hermoso que has bailado nunca porque cada tecla del piano, cada subida de tono de la melodía, cada toque en la batería era una excusa para dejarse llevar...
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domingo, 2 de octubre de 2011

Tontos

Dicen que el saber no ocupa lugar...
Cuando tenía 12 años el líder de la clase era aquel al que siempre se le reían las gracias, aunque no la tuviera. Aquel que le contestaba a los profesores, que no hacía los deberes o que salía con gente mayor, y si me apuras, el que fumaba.
Cuando llegas a eso de los 16 ese tipo de personas son los marginados que están en la clase de diversificación y a los cuales, aun siendo personas casi adultas, se les trata como a niños de párvulos.
En el bachillerato todo esto desaparece y en una lucha continua por demostrar que los de letras son más listos que los de ciencias o viceversa, cada uno mira por su propio interés tratando de engordar lo máximo posible su nota.
Y en la universidad, a pesar de que existan fiestas, viajes y desmadres, el que no ha aprendido nada de lo que hasta entonces le han enseñado es, sencillamente, tonto... o muy afortunado.

Pero, ¿qué pasa cuando se le da la vuelta a la tortilla? Cuando el tonto es el que estudia, el que quiere aprender y conocer nuevas cosas, el que es capaz de sacrificar una fiesta por un día de estudio?
El tonto seguirá siendo tonto hasta que otro tonto (ese que salió de fiesta) le pida consejo, entonces el segundo acabará siendo más tonto... 
O como decía Aristóteles, 'me sacrifico hoy para ser feliz mañana porque ese es mi fin último'. Y yo, que soy bastante tonta, sigo sus consejos, los de un tonto, para que el día de mañana otro tonto siga los míos...

...hasta que dejemos de ser tontos...