miércoles, 12 de octubre de 2011

Lo echaré de menos


Cada golpe, cada tecla en el piano se hunde marcando un ritmo, ese ritmo que te hace cerrar los ojos y dejarte llevar. Tu cuerpo inspira claridad, tu columna esta completamente vertical al suelo y tus pies hacen un esfuerzo por ponerse de puntillas mientras tus brazos se colocan en posición, con hombros relajados y expresión elegante, con dedos que llegan al infinito y una leve sonrisa que enternece a tu propio reflejo en el espejo de la clase. No existe el dolor ni el sudor. Tus oídos solo escuchan la música que ese vieja radio desprende y la captan para marcar cada uno de los equilibrios. Giras y te caes, te levantas y sigues, con los ojos abiertos, mirando a lo más profundo de ti. Saltas y no llegas alto, ni siquiera tu técnica es buena pero has soñado que estabas volando y sabes que no es imposible conseguirlo. La voz de alguien te corrige pero de repente estás hipnotizado y no eres capaz de acatar ninguna orden. Todo te da igual, todo te sale mal, y sin embargo es lo más hermoso que has bailado nunca porque cada tecla del piano, cada subida de tono de la melodía, cada toque en la batería era una excusa para dejarse llevar...
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