sábado, 12 de noviembre de 2011

Libertad

Pide un deseo soplando unas velas, viendo una estrella fugaz, o arrodillándote para rezar, pero cuando lo hagas cierra los ojos con fuerza, apretando hasta que los párpados te duelan. Sabes que no se hará realidad pero la sensación de gozo que has experimentado mientras lo pedías, mientras lo imaginabas y recreabas en tu mente, no se puede equiparar con ningún sentimiento certero...

Eran manos de mujer, dedos finos y largos con uñas cuidadas que agarraban una pluma Mont Blanc. Su tinta se deslizaba por un papel algo estropeado, con letras góticas y un manchurrón de tinta al final de algunas frases. 
Escribía despacio para no equivocarse, reflexionando cada palabra que plasmaba en el papel.
Sólo escribía de noche, cuando el ruido de los coches parecía detenerse y dejaba paso a la silenciosa penumbra alimentada con la luz de una bombilla a punto de agotarse.
Era tal el silencio que se podía escuchar la punta de la pluma rasgando el papel, era tal la soledad que podía mantener una conversación con ella misma sin que nadie la molestara.
Escribía una historia densa y larga, que había comenzado un par de años atrás y aún no había concluido. Lo hacía con el fruto de sus sueños y cada vez que el cansancio la obligaba a dejar de escribir, se retiraba llorando, temiendo no encontrar un buen final.
Se pasaba el día durmiendo, tirada en la cama sin comer ni asearse y sólo salía de su abismo por las noches para hacer lo mismo de cada día.

Escribía la historia de su vida, la de su amor con un chico humilde y sencillo, la de su casa repleta de niños y la de una felicidad plena que todos envidiarían.
Pero volvía a desvanecerse como cada noche sabiendo que nunca lo lograría.

Nos alimentamos de sueños e ilusiones que probablemente nunca se hagan realidad... 
Yo, por inútil que sea, me acojo a ellos...y te invito a que tú lo hagas conmigo.

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