Puede que conozca la solución al problema, puede que alguien haya dejado de forma descuidada la fórmula por alguna parte y yo la haya visto...
He comprendido que te idealicé incluso mucho antes de haberte conocido. ¿El por qué? No lo sé y tampoco me importa.
Tomé tu aspecto prestado, que ni siquiera es perfecto, para crearte a mi imagen y semejanza, jugué a ser Dios sin creer en él.
Cerré los ojos y soñé que eras real hasta que comprendí que a ti te crearon en porcentajes desiguales la genética y la cultura, que nada tienes que ver con la figura que imaginé.
Comprendí que eres esa imperfección de la que no me puedo olvidar y de la que, sin embargo, nada quiero saber.
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