viernes, 18 de marzo de 2011

Carta a un pasado

Llega un día en la vida de cualquier persona en el que uno se da cuenta de que todo lo que ha hecho por modelarse, por socializarse, por aprender, por no equivocarse, no sirve de nada...
Hoy ha llegado ese día para mí.
Desde pequeña siempre tuve todo lo que quise. Mis hermanos eran mucho más mayores por lo que conmigo jugaban como si fuera un peluche. Me tiraban al agua tan alto que creía que si agitaba los brazos podría salir volando. Me tumbaban en el sofá y me hacían tantas cosquillas que me dolía la barriga durante horas... pude tener los días más felices de mi vida con ellos, con mis padres, con mi abuela, o incluso en el colegio donde lo más importante era pasarlo bien.
Pero los años cambian, y las circunstancias de cada persona también. Tan pronto crees no prescindir de nada como crees haberlo perdido todo. Es cierto que no tuve una buena pubertad, nadie la tiene. Pero si tuviera que describir la mía, muchos se escandalizarían. Mi rebeldía alcanzó durante estos años y los de mi posterior adolescencia unos límites insuperables.
Hoy puedo decir que esa problemática etapa de mi vida la he superado, y que ahora soy un proyecto de adulta que debe tomar decisiones anticipadas a un punto enigmático. A veces ganamos y la mayoría perdemos.
Siempre me dijeron que es importante equivocarse aprendiendo.
Quizás el Grado en el que me matriculé no fue la mejor elección y aunque no tenía muchas alternativas no se si me estaré equivocando hasta que no pasen unos años. En unos meses tendré que mudarme y previamente debo decidir como quiero que sea mi dormitorio. Puede que me equivoque, no lo sé. Un día quiero blanco, y al día siguiente negro.
Pero ¿qué caminos debo ir tomando para lograr ese fin último?  ¿Qué pasos puedo dar para no tener que retroceder? No lo sé...
Hay determinadas decisiones que de antemano sé que son correctas, como hacerme voluntaria o estar con mi familia. Pero lejos de los grupos primarios de escuela y hogar, ¿qué es lo correcto?


Podría levantarme de la cama cada día, recoger mi habitación, comer algo y bailar un poco hasta la una. Luego iría a tomarme un zumo contigo a cualquier parque y más tarde almorzaría con mis padres. Les haría una comida especial para que ellos no se tuvieran que preocupar y hablaríamos de múltiples temas. Luego me tomaría un capuccino bien calentito mientras veo alguna serie por internet. Cuando se acabara hablaría con mis amigos para salir a hacer algo. A la noche sin duda me ducharía con agua ardiendo y leería un poco antes de dormir. 
Eso sería para mí, tener un buen día sin duda alguna. Pero si lo llevara a cabo más de 48 horas seguidas, mi concepción sobre 'un buen día' cambiaría.


¿Y para qué me sirvió todo lo que aprendí? ¿Para qué nos educan? ¿Con qué fin estamos todos aquí?
Tampoco lo sé...


Para mí un buen día significa dormirse pensando en lo que has hecho las últimas horas mientras sonríes al recordarlo y ¿sabes qué? No va a importar todo lo que aprendamos porque cualquiera puede tener ese gran día... 
No culpar a nadie de tus actos, pensamientos o emociones. Hacer recaer sobre ti el peso de todo esto no es más que el símbolo de un responsable valiente que lucha por seguir aprendiendo, por seguir avanzando para tener un buen día, o mejor dicho, muchos...


Sólo tenemos que conseguir que el orden de los factores no alteren el producto....


Pero eso es, cuanto más, lo complicado...

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