viernes, 14 de enero de 2011

Un libro en blanco

No eran más que un montón de blancas e inertes páginas vírgenes las que a mí me servían más que de sobra para ponerme a escribir, a narrar,a inventar, a contar mil historias en la que el protagonista eras tú, sólo tú.

Las tapas de aquel viejo libro eran negras y podía leerse algo en la parte superior pero ahora no recuerdo bien de qué se trataba... Nunca le presté mucha atención a eso la verdad. Desde que lo tuve en mis manos, sólo me centré en darle vida, sentimientos, ilusiones a ese objeto muerto que me regaló mi padre porque lo encontraba inservible. 
¡Y qué gran regalo me hizo! ...  Me regaló las lagrimas que derramé al leer de nuevo lo que había escrito meses atrás, me regaló la rabia que sentí en los malos momentos, las páginas que arranqué por arrepentirme de lo que acababa de relatar, los momentos de inspiración, las frases que me marcaron, las ganas de reír y de patalear, las ansias de vivir y las de morir, me regaló las ganas de escribir sobre ti, sobre mí y...

Me regaló NUESTRA historia.., esa que comencé a escribir un día con la pluma blanca que hay sobre mi mesa y el tintero que encontré en un cajón perdido de mi casa, esa historia que aunque quise seguir redactando no pude porque la tinta se volvía transparente cuando se secaba...
Y ahora, no hay nada más que arañazos de la pluma sobre el papel, no hay letras, ni risas, ni miedos... NADA...

La pluma y el tintero, sin embargo, siguen sobre mi mesa, a punto para ser utilizados y la tinta ya no se volverá transparente cuando se seque... 

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