miércoles, 19 de enero de 2011

En un patio de Córdoba

Caían las siete de un atardecer de primavera, ella estaba allí en aquel patio cordobés lleno de claveles blancos. Sostenía una copa de champán manchada de rojo carmín. Unos pendientes plateados suavizaban su fino rostro. Sus enormes ojos miraban brillantes e inquietos a todas partes, como si quisieran encontrar algo... o alguien...  Se había puesto ese vestido azul que tanto le gustaba a él. 
Sí, él era esa persona a la que buscaba... Le sudaban las manos, le temblaban las piernas y se mordía los labios. Estaba especialmente guapa... y nerviosa... Lo tenía justo delante y no lo veía.
Hacia una temperatura agradable, aquella melódica guitarra sonaba de fondo, el olor a azahar que desprendían los naranjos de aquel patio hipnotizaban la esencia de aquel lugar, y actuaban como droga para su ceguera...
Estaba tan nerviosa, miraba tanto a tantas partes, que no veía que lo tenía justo delante suya, apoyado en aquel pozo, con su traje de chaqueta y sosteniendo una flor entre sus dedos...
La esperaba a ella y sonreía mientras lo hacía...
Había pasado tanto tiempo, lo había extrañado tanto, lo había deseado con tantas fuerzas que ahora lo tenía delante y no lo veía...
Lo había estado esperando durante tantos días que la obsesión por encontrarlo no le permitía verlo...

No elegimos de quien enamorarnos ni tampoco de quien olvidarnos, cuando esa persona llega no se puede hacer nada, sólo estar atento a no buscarlo, sino a esperarlo...


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